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En este portal se publica la investigación realizada por la autora sobre literatura, arte y medios de comunicación desde el pensamiento iberoamericano y conceptual.

sábado, enero 23, 2016

📕(4) TOMÁS VARGAS OSORIO Y JOSÉ EUSTASIO RIVERA: ANÁLISIS DE LA NARRATIVA DE ECONOMÍA DE ENCLAVE

Re-elaborado el 19 de julio de 2020
En memoria de mis hermanos,
Ricardo, Jaime, Guillermo e Iván.


Abstract

 Análisis comparativo de las obras literarias de Tomás Vargas Osorio y José Eustasio Rivera, en relación con las representaciones de la cultura campesina colombiana y la naciente cultura obrera de la economía "moderna", en lo que se conoce sociológicamente como economía de enclave de la segunda colonización.

 Comparative analysis of the literary works of Tomás Vargas Osorio and José Eustasio Rivera, in relation to the representations of the Colombian peasant culture and the nascent working culture of the "modern" economy, in what is known sociologically as enclave economy of the second colonization.


Introducción.

 Escogí la foto que precede este capitulo, -es de la colección fotográfica de ECOPETROL[1]-, porque puede mostrar como ninguna otra que haya encontrado por ahora, la relación entre el Magdalena Medio y el nacimiento del enclave petrolero de Barrancabermeja (Santander - Colombia), en cuanto que representa, un proceso  urbanístico fundacional de economía de enclave. 

 Representa la fundación de una Nación que tal vez aún no concluye, algunos dicen que nunca será posible terminar esa fundación, porque metrópoli y colonia, son dos caras de una misma moneda. Es allí, en ese lugar que no es ni de un mundo (o sea ni de la modernidad), ni del otro mundo (ni de la  no-modernidad), donde quiero colocar la comparación de las obras, "Biografías imaginadas" de Tomás Vargas Osorio y  "La vorágine" de José Eustasio Rivera. 

La fotografía inicial, es el escenario en que coloco, las obras de Tomás Vargas Osorio y  José Eustasio Rivera, para un análisis que llamaré: en la mitad de dos mundos. Para poder realizar, la práctica de este  análisis literario, desde el enfoque de los estudios literarios me apoyé, en la obra de un escritor irlandés Terry Eagleton. (Eagleton, 1986)

 Aclaro que digo no-modernidad porque, al referirme a Colombia,  no puedo hablar de un país indiano, tampoco de un país mestizo, no puedo nunca hablar de un país blanco, haciendo referencia a las culturas que hacen parte de nuestra patria; pues somos  una mezcla de todo eso,  en un proceso inacabado y ese “inacabado”, es lo que caracteriza ese modernismo sin modernidad del que hablo, en la introducción de este trabajo. 
 
 No lo digo yo, no creé esas categorías de análisis sociológico/político/cultural,  muchos autores, especialmente colombianos, hablan del modernismo sin modernidad. Una de las autoras que aborda este tema con mayor profundidad en varios escritos es la Profesora colombiana, Consuelo Corredor. 

 Los autores que se inscriben en esta categoría de análisis,  afirman cómo el país ha pasado por un proceso de industrialización a medias, del cual, las obras de Tomás Vargas Osorio y José Eustasio Rivera, dan cuenta en su  primera etapa, o sea la correspondiente a un proceso de industrialización que se marca desde comienzos antes del inicio del Siglo XX, hasta 1945, el ocaso de esa primera modernidad para nosotros iría desde 1945 hasta 1975. 

 Antes de 1.945,  la industrialización era incipiente y se basaba en la producción de Bienes de Consumo no durable, bienes intermedios, y en menor medida bienes de consumo final, los cuales eran importados en su mayoría. La riqueza era generada por  procesos básicamente agrícolas y la articulación a la economía mundial se hacía, igual que hoy, a través del sector exportador. V. G. caucho, cacao, petróleo, café...

 Desde el punto de vista cultural este modernismo sin modernidad se identificaba porque olvidaba como el desarrollo, no debe ser solamente económico, sino que debería  ser primordialmente, consolidación del estado, es decir cumplimiento de los derechos y deberes ciudadanos. 

 Ese “olvido”, esa desmemoria histórica,  marca todo el proceso de construcción de la Nación, las contradicciones, la violencia, la fragmentación social y cultural, la ausencia de estado en muchas regiones y si se quiere, su construcción en contra de  muchas poblaciones y territorios,  es decir la violencia política tan característica en el desarrollo de la sociología colombiana, es lo propio. ¿Lo propio de qué? Lo propio del enclave colonial, en sus diferentes etapas de desarrollo.

 Estos argumentos de carácter sociológico, son importantes, pero para mí,  quienes puede mostrar mejor, quienes pueden ejemplificar ese modernismo sino modernidad, son los autores de la literatura, no tanto de la economía o  del derecho, pese a que las categorías sociológicas con las cuales analizamos estos textos, hayan nacido, en esos lares, es decir, en la literatura, madre y maestra no solo de la filosofía, sino de derecho y la sociología, por lo menos en América Latina.

El campesino y el obrero latinoamericanos, en la mitad de dos mundos.

 Puedo empezar diciendo, que la economía de enclave, es el escenario local  y al mismo tiempo global, característico, que determina las vidas de los personajes que viven en las obras de uno y otro autor. La ruptura de sus vidas, los amores imposibles, son necesarios a efectos de que, la economía prospere, y se consolide una pantomima de Estado.

 Por ello, leyendo a Vargas Osorio, venía a mi memoria, “La Vorágine”, en imágenes de una manigua fatigosa e intolerable para los indígenas en la plantación, esclavizados y muertos a más no poder, víctimas de empresarios y familias poderosas, administradores del enclave cauchero y me preguntaba a propósito de revoluciones en qué había quedado el Estado propuesto en 1810.

 Por eso comparo las  obras de Vargas Osorio y de José Eustasio Rivera. El caucho, algo tan insignificante, pero sin el cual, no hubiera sido posible el automóvil tal como lo conocemos,  por tanto, no hubiera sido posible, el capitalismo tal cual es.

 Rivera nos indica en el inicio de “La Vorágine” a la manera de un intertexto introductorio, las consecuencias económicas y política de la economía de enclave, que aparecen representadas en la magnificencia de una cultura occidental fatua e indolente, en  contraste con aquella historia de horror y de dolor contada por Arturo Cova.

 El intertexto pretende informarnos, que aquello, no es fantasía que sucedió y que reposa  perdido, en los anaqueles de algún funcionario público que recibe una queja de tales... Afuera, lejos del ritual administrativo, una guerra total y sin cuartel, avanzaba sobre el territorio indiano, vía del río Negro, del Apaporis  y del mismísimo Amazonas. 

 Tal vez el error de la sociología -pensaba yo- había sido, seguir considerando indígenas a todos aquellos, negros, indios, mestizos esclavizados por la modernización de primera generación, para una lectura correcta del texto habría que caracterizarlos como obreros.

 Leyendo a Vargas Osorio, vino a mi memoria luego, Jorge Eliécer Gaitán, jurista, de los más brillantes, martirizado el 9 de abril de 1948, quien se hiciera famoso siendo parlamentario porque denunció, "La Masacre de las Bananeras", otro de nuestros hitos fundacionales. 

 Su voz, y la templada voz de la literatura, en Vargas Osorio y en Rivera, se levantaron dignas para denunciar lo inenarrable. Así  como si nada, los tres y en su particular estilo, nos han contado cómo, cualquier parroquiano al bajarse de un tren, o de un caballo,  se pudiera haber  encontrado de frente con la acción sin contemplaciones de la globalización, entonces llamada modernidad, por ejemplo, una masacre.

Tomás Vargas Osorio y José Eustasio Rivera, aportan una polifonía de voces secundarias, las que reunidas, se convierten en indicios importantes dentro de los textos. Cada una narra, apartes de la historia y aportan una pieza del rompecabezas de la pobre “Señora Colombina”, tan rica en culturas, en paisajes, en recursos, pero tan pobre, a la hora de encontrar maridos que despilfarran su fortuna.

 Esa polifonía, conserva en las historias, como telones de fondo, diversidad de acuarelas: las de la guerra, las del racismo, las de la desigualdad, las de la soledad, las de la alienación, las del patriarcalismo… Correr, huir, viajar, la parábola del eterno desplazamiento, aparece clarita, en las páginas de ambos escritores, relatando en carne viva la historia de la patria. Todo por culpa de una carretera, por culpa de una miserable llanta, a costas de la gurbia colosal de algunos que creen que son los dueños del mundo y que por esto creen también, que a todo tienen derecho.

 Imagino la cara que pusieron los contertulios de aquel personaje de Vargas Osorio, cuando manifestó, lo inconveniente de la construcción de una carretera. Tal vez todos se miraron sorprendidos y a hurtadillas se burlaron. ¿Quién en ese entonces, hubiera podido precaver sobre nuestro dolor contemporáneo y refiriendo a las guerras humanitarias que se excusan en la explotación sin cuartel de los recursos naturales? Solitaria, la literatura indudablemente.

 ¿Quiénes hubieran podido en ese entonces imaginar este hoy, que pareciera no llegará a un mañana. Un hoy que pareciera un nunca,  un hoy que a lo mejor sea, un “¿hasta cuándo?”, un hoy envilecido por nuestros crímenes contra la naturaleza, y en el contexto de ese crimen, en primerísimo lugar, la denuncia de la planificación e inicio de un nuevo Holocausto, pero este, contra toda la humanidad? Solitaria, la literatura indudablemente.

 La naturaleza es otro personaje común a sus narrativas, las hormigas por ejemplo, particularmente me fascinan los insectos y a parte de ello, en Colombia, es frecuente convivir con las hormigas, hasta nos parecemos a ellas, en lo enjundiosos y trabajadores. Sin embargo, hasta este ejercicio comparativo, nunca había reparado en ello, sólo hasta realizar el análisis de estas obras, caí en la cuenta de ello.

 En medio del sofoco y la manigua agreste de "La Vorágine", en la obra de Rivera, o en medio del solaz y el descanso de una casa infancia en “Biografías imaginarias”, las hormigas marchan como Pedro por su casa, y de que manera, las unas cerrando el ciclo de la vida, y las otras, compartiendo el pan de nuestra casa. 

 La primera no-modernidad, se manifiesta en la obra de estos dos autores, determinada por el contacto con la naturaleza. En el trópico, la naturaleza es todo un personaje, un personaje al que los autores le ponen temperamento y trabajo. ¿Cómo imaginar una infancia maravillosa sin un paseo por el río? ¿Cómo encontrar un pasaje de erotismo perfecto, sin la afinidad con los sabores y los colores de nuestro trópico?  Lo que igualmente, es imposible sin conocer el vaivén de una hamaca colgada a la sombra de un árbol mágico, de personalidad arrolladora. Porque en el trópico, en nuestro trópico, hasta los árboles tienen personalidad.

 Otro aspecto a destacar dentro de las obras, algo común en las obras de los dos autores es, la particularización, la definición, que realizan de la naturaleza de los colombianos y las colombianas, el estoicismo, de quien nace en Santander construyendo un mundo contra la aridez de su paisaje, o ese mismo estoicismo, enfrentado a la Selva Virgen abriendo la trocha petrolera, porque Tomás Vargas Osorio caracteriza muy bien las personas de ambos escenarios, el del Santander Andino y el del Magdalena Medio.

  Sólo esa fuerza espiritual, mantiene la esperanza, por un mundo mejor, en los personajes de la obras de ambos autores. Cómo imaginar un desamor insoportable, sin describir una tremenda tempestad, ello solo es posible, porque los aguaceros de aquí,  no son como los de ninguna otra parte.

 Ese aguacero que se hace cómplice, cuando se llora de rabia, de dolor y sin más, es pretendible morirse. [2] El amor inconfesable, en medio de las dificultades de una lucha desigual y sin cuartel, donde todo parece lo que no es, para lo cual, ante una posible infidelidad, lo único posible es prender fuego a  todo. Quemar la casa, a ver si así se calcinan los recuerdos,  o mejor,  irse “pa´donde caiga”, como en la metáfora de Germán Castro Caycedo, en la representación de esa diáspora sin tregua, en la permanente  dialéctica de la incertidumbre, porque en la no-modernidad, todo es incertidumbre.

  En estas tierras, el amor que debiera discurrir en libertad, debe estar sometido a todo tipo de avatares. Huir, porque quieren casar a una mujer con un hombre que ella no quiere, alumbrando los hijos en el camino. (Canción Caminantes de Luz Marina Posada) En un relato, la historia empieza feliz con un nacimiento, en la otra termina con un nacimiento, no sabemos si feliz, sin embargo, en ambos relatos,  simbolizan la esperanza.

  Excepcional mente, en estas historias, el amor-amor triunfa. A diferencia de lo que sucede con el amor pasión de -coloquemos un supuesto- Vargas Osorio, quien muere tras la ausencia de su prima, condenados ambos a la separación. Triunfa el amor-amor, en la relación de  Adela y Juan, y paradójicamente en el de Arturo y Alicia, aun cuando no sepamos cual hubo de ser su destino. Triunfan unos amores, por decirlo de alguna manera, pragmáticos y, no poéticos, aunque sea paradójico decirlo en este escrito. Pues las manifestaciones del amor son diferentes en los actores, de ambos autores, se manifiestan, conforme a la  personalidad de los protagonistas.

 En Tomás Vargas Osorio los amores buenos o malos, todos son verdaderos, intensos, como un Huracán. Todos se entregan como si fuera la primera vez, o la última. En La Vorágine, los amores de Arturo Cova, son medidos. Hasta el que siente Arturo por Alicia, por quien solo es capaz de luchar al verla casi irremediablemente perdida. Todo ello solamente es posible en nuestro trópico legendario. Solo desde el significado de cada vivencia, el corazón se estremece y todos los sentimientos se pueden expresar con la grandilocuencia que nos transmite la manigua feroz en que vivimos.

 Por ello, nuestros héroes no son fríos, como Churchill, sino delirantes como Bolívar en el Chimborazo;  y nuestros artistas no son cuadriculados, sino exuberantes como Obregón, como Jacanamejoy, como García Márquez, como Rivera o como Vargas Osorio.

 Sin embargo, por alguna razón de la costumbre, ellos, no pierden por decirlo de algún modo, la influencia de las letras españolas. A cada protagonista, quijotescos todos, le ponen su Sancho Panza. En el caso de Vargas Osorio, está un tal “Micho”, que se convierte, en su "álter ego”, a quien, considera casi un ángel, desamparado, desposeído, y al que convierte en el objeto de su más leal expresión de amistad. En la Vorágine, “Don Rafo”, quien les informa al  bajar a la altillanura, que se despidan de la Cordillera, pues desde allí, no  habrá vuelta atrás.

 Todas estas historias que parecen de mentiras, porque serían solo mentiras, ya que son sólo literatura, se desarrollan en medio de un rumor que camina, la espesura; esa selva, ese rumor que se mueve, cuando en la noche guardamos silencio y nos mantenemos, atentos y expectantes. Entonces, por todo eso que somos,  el enclave es toda una contradicción, la aplicación de un desorden a nuestra vida. Todo él, se hace insoportable para nosotros los no-modernos. Tanto producto cartesiano, tantos capataces, tanta pulcritud, tanto minimalismo.

 La vida en el trópico casi moderno, comienza a morir, y lentamente va desapareciendo, dando paso a otras vidas, otras realidades: La adultez que llama la modernidad. Una adultez, sin mayores derechos, una madurez en la cual, ni somos de aquí, ni somos de allá.

 Enclaves individuales, son las señas, los símbolos, los hechos de la vida pujante de la metrópoli donde aquellas acuarelas de las que  hace un rato hablamos, se exhiben, sin vacilaciones, ostentosas, con sus muchos capataces o sus muchos ingenieros, el mito occidental colonialista se consolida, mientras nuestra naturaleza y humanidad mueren. Y cuando hablo de naturaleza me refiero a la de afuera (la tierra) y la de adentro (el alma).

 El contraste de las vidas de afuera, con las vidas del enclave,  marca la existencia del hombre y de la mujer no-modernos. Buscan huir, escapar, correr, para sobrevivir, añorando siempre un afuera, ojalá, cada vez más retirado, entre otras cosas porque, la narrativa muestra como, la máquina a la cual se articula el enclave, es decir el automóvil, ha esclavizado al hombre, esta máquina se dinamiza en función de la globalización. 

La vida de cada hombre, de cada mujer se va desintegrando lentamente, huyen  sin lograrlo. Para eso están los señores de azul (en la novela de Tomás Vargas Osorio, así se representa la policía política), entonces junto a nuestra naturaleza,  esos agentes y  sus sueños, torpemente, sin entender siquiera por qué, tal vez en una borrachera mueren, algunos, mientras quienes están atados inexorablemente al enclave, siguen siendo muertos vivientes.

 Todo en la vida de los que no existen, aparece roto; las historias van quedando por ahí, sin llegar a ninguna parte, el “destino”  los  entrega al azar, en la alienación de la conciencia, en el trasegar de lo que se ha dado por llamar “vida cotidiana”, o mejor, lo que en realidad es, la organización del tiempo a favor del enclave. Tomás Vargas Osorio y José Eustasio Rivera, nos arrima en estos dos escenarios, a la génesis de la clase obrera colombiana. Nos cuenta sin contarnos, cómo nace la clase obrera colombiana. 

  En esa mar de contradicciones, en esa complejidad de voces, dentro de esa esa polifonía social, nace el primer sindicato que se puede caracterizar como tal. Un sindicato que aglutinaba a los trabajadores de todo el Magdalena Medio; desde los más técnicos hasta s mujeres esclavizados sexualmente. 

. Nace un verdadero malestar en una cultura, un malestar que indica desde las entrañas del capitalismo, que se hacía necesario hacer algo.

 Aparentemente, Tomás Vargas Osorio, sólo nos cuenta que al bajarse de un tren, unos señores vestidos de azul, mataron un poco de gente. No nos habla de la Masacre de la Bananeras, no nos habla del sindicato, no es necesario,la metáfora, la imagen es suficiente.  El tema mas neurológico,  en los dos textos comparados, están relacionados hoy y ayer con la propiedad de la tierra y las normatividades que la rigen, las relaciones de trabajo en cada espacio/tiempo, puesto que en ambos relatos, los nadie luchan contra la esclavitud y la servidumbre.

La FEDENAL, antecesora de la USO[3], el sindicato que ha sido referente en la lucha de los trabajadores colombianos, es de suyo, totalmente santandereana. Será por eso que Vargas Osorio nos cuenta esta historia. Tomás Vargas Osorio, llega  al Magdalena medio, sin querer queriendo, tal vez la política, tal vez  su oficio de periodista, tal vez ya estaba enfermo; por su lado  Arturo Cova, tiene otra causa, la ilegalidad de su relación con Alicia. Es decir, son dos situaciones de vida parecidas. Ambas de obstinación, contra el feudalismo, contra la injusticia.

 Los conflictos de conciencia aparecen en relación con los mitos religiosos de unos y otros, en “Biografías imaginarias”, el pavor a estar condenado por una relación “tabú”, con su prima, en la otra son los mitos indígenas, el yagé, sus imaginarios y costumbres, que en el proceso  de aculturación,  son para los campesinos, nada más que un desahogo.

 Cada uno, tiene la presencia de sus dioses, uno disciplinador, y el otro festivo, pero ninguno abandona, la idea de trascendencia. La arisca timidez crece a la luz de la superstición, dice en las páginas de “La Vorágine”, de esas supersticiones se aprovecha el capataz en el castigo. En Vargas Osorio, el Dios de sus padres, es el ejecutor del  castigo por la violación del “Tabú”.

El lenguaje del pueblo llano es, otro aspecto a rescatar en el estilo de estos dos escritores, maravillosos, clásicos de la narrativa colombiana, el  individuo colombiano popular, de las regiones que se representa,  a través de dichos, refranes y coplas.

Bibliografía

Eagleton, T. (1986). Introducción a la literatura. En J. C. de), Introducción a la literatura (pág. 18). México D. F.: Fondo de cultura Económica.
Estulin, D. (2016). El Club de los Inmortales (https://slutrocis.firebaseapp.com ed.). (B. d. Books, Ed.) B de Books.
Dugin Alexander, Cuarta Teoría Política, https://youtu.be/WhOpSDVf4qQ

 Vargas Osorio, Tomás, “Biografías imaginarias”, Colección Estoraques, Ed. UNAB, 2002. Bucaramanga.
Rivera, José Eustasio, “La Vorágine”,  Colección Bolsilibros, Ed. Bedout. 1963. Bogotá
Eagleton, Terry; “Una introducción a la literatura” en internet, sección de obras de lengua y estudios              literarios una introducción a la teoría literaria traducción de José Esteban Calderón, Fondo de              Cultura Económica, pagina 18, México, 1986
Colombia. http://ecopetrol.com.co/especiales//Galeria_Barranca88_01/images/barranca_hs03.jpg
http://www.youtube.com/watch?v=iiXS_OUFPTI, Capitulo III de la cátedra de Lingüística, con la Profesora Yaneth Lizarazo, 2012.
Vargas O. Tomás, (2014). "Biografìa Imaginadas",  Ed. Universidad Autónoma de Bucaramanga.





[1] Empresa Colombiana de Petróleos.
[2]  Dado que este documento se coloca en Internet y puede ser consultado por personas de diferentes edades, es necesario hacer un comentario: Este es un texto de crítica, sobre unas historias que son ficción, pueden tener relación con la realidad pero no son exactamente la realidad. Ya en los aspectos de la vida cotidiana recomendamos a las personas que piensan que el amor  provoca sentimientos de dolor, o emociones que motivan auto destrucción, que deben buscar ayuda profesional para superar crisis que esta manera de pensar les pueda causar. Un amor verdadero no daña a  la persona que ama y en general busca evitar el sufrimiento del otro. El amor como apego es  una adicción. Amarse a si mismo, es el primer amor, el más deseable y si este existe, es posible amar en bien a otros. Adicionalmente, una persona que se apega a otra por interés  y no permite el desarrollo de esa persona, solo es un narcisista que no puede amar a nadie.
[3]Unión Sindical Obrera.

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